viernes, 13 de abril de 2007

Las religiones son la causa de la guerras

El diálogo podría ser tal cual:

- Las religiones son la causa de la mayor parte de las guerras – dice el detractor.

- ¡Hombre! Al menos excluirás al cristianismo – le contesta el defensor -, yo no he visto nunca a un cristiano inmolarse con un cinturón de explosivos para matar a un montón de inocentes.

- Ya – añade burlonamente el primero -, en la edad media no existían las bombas.

Silencio

- Esto ya lo hemos hablado otras veces – continúa el detractor – todas las religiones, incluido el cristianismo, tienen un algo de creencia en la divinidad que las hace incompatibles con la razón.

Más silencio. El defensor piensa: quizás, visto de esta forma, tiene parte de razón.



Esto lo hemos vivido de una u otra forma en infinidad de ocasiones. Ayer lo volví a oír en la radio española Onda Cero y el detractor era el polémico periodista español Arcadi Espada.

Me he decidido a escribir esta entrada por dos motivos: el primero porque es falso lo dicho y el segundo porque si bien una posición exclusivamente apologética no es lo más eficaz no es menos cierto que renunciar totalmente de partida a ella llega a ser muy perjudicial.

Para empezar es totalmente falso que la religión sea la mayor causante de conflictos. Esto es un análisis pueril y frívolo. El causante de las guerra es el orgullo del hombre y su codicia que le hace luchar por mantener a toda costa lo que tiene o arrebatar lo que su prójimo posee. Si un gobernante cae en la cuenta de que con la religión puede dominar a su pueblo o conquistar a otro vecino la utilizará como pretexto, pero, en el fondo, lo que subyace es su codicia. Pero no solo utilizará la religión sino también el territorio, el dinero, los recursos naturales, la población o cualquier otro bien que le permita detentar mayor poder. Por supuesto, esto no solo sucede a nivel de los jerarcas sino hasta con el pobre que pide en la puerta de una iglesia, que se matará por conservar el lugar donde limosnea. En resumidas cuentas, esto es como decir que si la razón del sempiterno conflicto entre judíos y palestinos es el control de la escasa agua de la zona – que es una de la principales – lo que hay que hacer es quitar las fuentes del Hermón porque, ¡claro!, el agua es muy mala: es el motivo de la cruenta disputa. O como pensar que la causa de tantos accidentes de tráfico son los coches y que, por consiguiente, dado que el automóvil es diabólico hay que borrarlo del mapa y todo el mundo a andar en burro. No se crean que es broma, en el fondo, si los aburridísimos ecologistas no lo dicen explícitamente, al menos, de sus majaderías sí que se infiere. Efectivamente la causa de las guerras son las ansias de poder que nacen del corazón del hombre. Todos podemos apreciar que, lejos de lo que parecería lógico a priori, cuanto más se tiene más se quiere.

Por otro lado, además, el cristianismo es radicalmente diferente al resto de las religiones, entre otras cosas por que no es una religión en sentido propio – esto, por no desviarnos de la cuestión, no lo trataré hoy -. Me gustaría comentar una serie de aclaraciones a este respecto:

- En el fundamento de la vida cristiana está, no solo el respeto a los adversarios, ni el aceptar a los contrarios, ¡no!, está el amor – sí, amor – a los enemigos. Esto no es una peculiaridad; esto es, la esencia del cristianismo.

- Las vidas de personas ejemplares que siempre ha puesto la Iglesia en toda – y repito: toda - su historia, es decir los santos, se han caracterizado por su amor a Dios y a los hombres. Nunca ha sido canonizado nadie por defender militarmente a la Iglesia. Tal vez se le alaben sus servicios o se loen sus proezas en un libro de historia eclesiástica; pero ninguno de ellos ha sido canonizado por tales cosas sino por el amor a Dios y a los hombres; especialmente, a sus enemigos.

- Los mártires de la Iglesia son aquellos que se dejan matar, sin defenderse, amando y perdonando a sus verdugos. Los que han muerto en combate, aunque fuera de forma heroica y plausible, no son mártires.

- La Iglesia ha vivido tanto cerca del poder como perseguida por él en distintas épocas y lugares. Ha sabido mantener la misma fe en toda circunstancia. En consecuencia, su fe y su moral no necesitan del poder.

- En los momentos que la Iglesia ha vivido cerca del poder; por supuesto que se ha utilizado de la fuerza para imponer el imperio de la ley. Como ocurre ahora con las democracias, faltaría más. O es que no se usa hoy la fuerza para evitar los delitos, cobrar impuestos o defender la patria de un agresor exterior. Pero las autoridades, de aquellas épocas y lugares donde se confundían la Iglesia con el Estado, usaban de las legítimas herramientas para mantener el orden y la defensa, no cayendo en la barbarie sino ajustándose a la ley y al derecho de la época. Usando formas similares a otras culturas civilizadas coetáneas. Si acaso con un poco más de compasión. Es que olvidamos que en esos momentos las autoridades eclesiásticas compartían atribuciones de la cosa pública y como tales se las debe juzgar.

- La vida de Jesucristo, su maestro y cabeza: sin mayores comentarios al respecto.

Lo que quiero decir es que del resto de las religiones no se pueden decir todas estas cosas. En el mejor de los casos solo alguna de ellas le son aplicables y a otras muchas religiones lo que se les puede atribuir es todo lo contrario.

Mi admirado Vittorio Messori en el prólogo de su libro “Las leyendas negras de la Iglesia Católica” me dio una pista sobre el grave peligro que tenemos los católicos que de pensar que ahora la Iglesia es como Dios manda y que antes cometía alguna que otra tropelía. Esto es una oportunidad para que el tentador nos pregunte: si ayer no la inspiraba el Espíritu Santo, ¿porqué hoy sí?. Por eso, los católicos, estamos obligados a conocer nuestra historia y a discriminar la verdad. Porque es mentira la mayoría de los ataques recibidos. Por tanto debemos formarnos y aprender nuestra historia como fue y no como se han empeñado en transmitírnosla. Especial obstinación de desinformación, desde la Reforma, han tenido nuestros erradísimos compañeros de creencia en Cristo protestantes. Nunca oigo mayor facundia ignorante como cuando escucho a un protestante de a pie hablar sobre la Iglesia Católica.

Por cierto, lo digo por algún comentario, el catolicismo es cristianismo, católico no es más que una apelativo que significa universal para indicar que comprende a todos. Es verdad que el nombre de cristiano lo mantienen lo que se separaron, pero siempre con algún otro vocablo que los identifique. Es como le de la Coca-Cola light frente a la Coca-Cola, para entendernos. O sea que no creo que haya nadie con más derecho para llamarse cristiano que los fieles de la Iglesia Católica que llevan dos mil años denominándose así desde que acuñaron el término; bueno, ya lo se, los que protestan también pueden usarlo. Con el mayor respeto y cariño ecuménico, pero diciendo también las cosas claras.

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